Parquecerrado.com estuvo presente en el evento más esperado del año, la decimocuarta edición de la Ruta Vallarta que organiza el Motoclub TT Guadalajara.  Junto con 531 Riders y copilotos en 2 y 4 ruedas provenientes de diferentes partes del país, Hugo y yo recorrimos arduamente más de 400 kilómetros en dos días y a su vez, estuvimos rodeados de bellísimos paisajes que realmente fueron cautivadores para nosotros; indudablemente, una espléndida aventura.


Les platicaré cómo festejé mi cumpleaños; lo que viví, disfruté, aprendí, conocí y atravesé en mi Suzuki LTZ 400 Sport; una cansada pero maravillosa odisea, muy satisfactorio e innegablemente un gran auto desafío por la resistencia que conlleva y por el grado de dificultad en algunos tramos que son para 4×4. Sin embargo lo logré, me divertí, terminé y espero regresar el próximo año.

El 5 de Septiembre desde muy temprano, mis suegros nos llevaron a Hugo y a mí al Hotel Villa Primavera de la Universidad de Guadalajara, lugar donde también otros medios de comunicación y pilotos comenzaban hacerse presentes para llevar a cabo la corroboración de la inscripción, recibir un kit de regalos por parte del staff, trazar en GPS la ruta y meter los vehículos a parque cerrado.

Mientras eso sucedía, con la música electrónica a fondo que armonizaba el ambiente caminé todo el lugar hasta llegar a los atractivos stands de los patrocinadores de la Ruta Vallarta donde me seduzco la gran variedad en accesorios, refacciones y vehículos que vendían; aunque lo fue más para ellos, indiscutiblemente, que con sus hermosas modelos se detenían incluso para sacarse la foto del recuerdo.

A partir de 2.30 ingresamos al hotel y nos dieron un boleto para la cena; previo a, un pase para la comida. Más tarde se llevó a cabo el deseado concurso de la Chica Vallarta; quien se llevó mayor ovación por parte del público fue nada más y nada menos que la belleza representante de Maquenta Advertisers Group y junto con la banda norteña no se hizo esperar ni tampoco el alcohol. Cerca de 9:30 asistimos a la junta de pilotos donde los anfitriones nos dieron los pormenores sobre la travesía tales como: respetar personas y animales, los horarios y los destinos, consejos sobre las paradas innecesarias y con ello hubo bromas de buen gusto por parte de los participantes y del Staff.

Al día siguiente en punto de las 6 de la mañana estábamos afuera prendiendo motores, desayunando, acomodando las maletas en el camión donde lo trasladarían y listísimos para manejar; media hora más tarde dieron el banderazo de salida desde el Club Hotel de la Universidad de Guadalajara.  A oscuras aún, por grupos, cruzamos la autopista a Puerto Vallarta y otro trazo por la carretera libre a Puerto Vallarta, donde la policía estatal del Estado de Jalisco nos dejaba pasar sin riesgo alguno.

Antes de ver el amanecer en todo su esplendor, pasamos por un río de lodo el cual cubría las cuatro llantas de mi moto; creo que fui la primera en ensuciarme porque a unos cuantos centímetros de llegar a la superficie me atasqué, y en el intento de salir el fango me atrapó. Algunos pilotos pasaron junto a mí y seguramente les tocó el salpicón. No duré una hora limpia; desde entonces el agua y la tierra fueron mis dos grandes compañeros de viaje.

Requerí de la ayuda de Hugo, así que enganchó mi cuatri a la suya, Kawasaki 750 Brute Force, y me sacó. Inmediatamente nos incorporamos al grupo; aunque de reojo pude ver que no fui la única que se quedó atorado ahí.

La luz del día nos alumbraba completamente en algunos tramos y casi de inmediato nos encontrábamos en caminos con temperatura baja; casi nublosa. Estuve feliz y me divertí muchísimo gozando del frío por la mañana, del sol que brillaba con mayor intensidad cada minuto, del terreno mojado y de toda una camarada en línea. 

De repente parábamos Hugo y yo para sacarles fotos y videos a los demás aventureros del off road; la adrenalina en un principio se apoderó de mí que a veces me distraía y olvidaba que debía hacer para parquecerrado.com, aunque luego fue el agotamiento que no me daba chance de dar ni siquiera un respiro. No sé en sí cuantos kilómetros hicimos para llegar al pueblo de San Martín de Hidalgo, lugar donde cargamos gasolina y unos cuantos aprovecharon para echarse un taco; mi nerviosismo alegre me hizo perder el apetito y solo comí una barra la cual me ayudó más adelante. Los medios de comunicación estábamos por todas partes con el foco bien puesto en los rostros de pilotos y copilotos que ya traían aquella pizca de lodo y sudor pero con el furor bien marcado. Algunos ni siquiera se detuvieron sino continuaron con su trayecto.

Nos enlistamos Hugo y yo; iba a una velocidad moderada aunque había rectas que me indicaban darle gas a fondo; con algunas grietas y por supuesto con nuestro fiel acompañante, el cieno. No traía reloj así que me dejé llevar por el ímpetu del momento, sin arrepentimiento alguno. Pero sí me daba cuenta que ya llevábamos horas encima de las dos y cuatro ruedas pues el dolor en la espalda y en mi hombro derecho se hacía cada vez más fuerte.

Lo fue más al escalar la Sierra de Quila,  camino estrecho en el cual solo cabía un vehículo a la vez; paradas constantes se hacían por el grado de dificultad. Me fue más agotador detenerme en pleno ascenso pero mientras avanzaba sabía a ciencia cierta el porqué. Mi segundo reto fue llegar cuesta arriba al pasar un pendiente desnivelado porque tenía un borde a la mitad pero daba hacia afuera; el verlo en vivo y de frente me dio mucho miedo. Había visto claramente a un razor que iba delante de mí que le había costado mucho trabajo subir; dos veces lo intenté, recuerdo que estaban grabando desde arriba y sabía que atrás de mí había una enorme fila en espera. Pedí ayuda pero Hugo me alentó a hacerlo a la tercera con un medio grito que preferí acelerar antes de escucharlo, me eché para adelante, no frené y lo pasé.

En la parte alta varios pilotos me aplaudieron aunque atrás del casco y de los googles llevaba una cara asustada. Pronto recuperé el brío pero ya no pude pararme pues tenía demasiada fatiga en todo mi cuerpo y de haberlo hecho, conociéndome, me hubiese costado el triple recuperarme. Así que no dejé de acelerar y proseguí en línea horizontal hasta entrar a varios ejidos donde los propietarios cobraban por persona de 10 a 20 pesos; así cruzamos varias mallas.

Llegamos a Mixtlán cerca de las 3:30 de la tarde, después de recorrer 210km; cargamos gasolina y apagamos motores. Nuestros amigos Enoc Choppers Guadalajara nos entrevistaron a Hugo y a mí, por ende fue un gran motivo para poder descansar. Decidimos comer ahí y reanudamos nuestro camino dos horas después, primero por pavimento y luego por puro terreno.

Atravesamos varios poblados hasta llegar a pendientes inclinadas con grietas, zanjas, barrancas a los lados, tierra resbaladiza y rocas que obstruían el paso o en su caso, hacían más desafiante el trayecto; cada vez más se incrementaba el peligro. Me fue sorprendente y muy complicado realizar las últimas subidas ya que las llantas traseras no hacían tracción y me enterraba aún más acerándome a los profundos surcos; abrumador. En tres ocasiones Hugo volvió a enganchar mi moto a la suya, con motor prendido y maniobrando me ayudó a pasar.

Al llegar a lo plano el grupo de Orizaba, Veracruz estaba descansando; me regalaron un gatorade y una aspirina para calmarme y para hidratarme después de tanto batallar. Pocos minutos pasaron para seguir y encontrarnos con más declives pronunciados y bajadas deterioradas y muy empinadas. Comenzó anochecer y estábamos en pleno monte, también perdimos al grupo y nos vimos obligados a guiarnos por las flechas marcadas en los troncos. Caí con el skit plate sobre una roca la cual sacó la cadena; no sabíamos cuánto tiempo faltaba y no pudimos arreglar mi cuatri; volvió a engancharme a su moto hasta que topamos con los Viagras Team de San Luis Potosí.

Uno de ellos, Oscar Lozano, se ofreció ayudarme a colocar la cadena; se volteó mi cuatri y con luces, herramienta adecuada, con su entusiasmo y por supuesto con su apreciada y eficaz colaboración, lo arregló. Tardamos ahí un poco más de dos horas; me cantaron las mañanitas. Decidimos proseguir con mi cuatri ahogada; la debilidad en mis brazos y piernas florecía cada minuto porque debía sostener un mismo ritmo para que no se me apagara, lo cual no sucedía.

Me propuso el copiloto de Oscar, no recuerdo su nombre pero le decían la Changa, a intercambiar papeles lo cual acepté de inmediato. Por primera vez en mi vida estaba arriba de un razor; totalmente diferente a la cuatrimoto, aproveché para grabar algunos tramos que recorrimos.

Así fue como llegamos a Talpa de Allende cerca de las 12 de la noche después de recorrer 280km; nos hospedamos en el hotel La Parroquia, fuimos a cenar, lavamos nuestras motos y dormimos.

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