Fuente y fotos: TP-Off Road-Pablo Pillado / Iker Iturregi

Si hay historias que merece la pena recordar, esta es una de ellas. Un viaje que por su concepto en sí mismo, destino, duración y distancia, pero sobre todo por el carisma de su protagonista, ha dejado huella en muchos de nosotros. Los que por aquel entonces, cuando corría el año dos mil doce, vivíamos al teclado de nuestros foros moteros favoritos o en algún momento nos han recomendado buscar en internet el viaje de Indarktm, ya estamos al tanto de este periplo. Pero si nunca te han hablado de su aventura, permítanos acercársela de la mano del propio Iker Iturregi.

Euskadi-Siberia.


Iker nos cuenta que se propuso hacer “una especie de desafío en tres meses desde Euskadi hasta Magadán” que es una de las localidades más orientales del continente asiático. Aclara que “lo más sencillo era hacerlo todo por Rusia, pero sería un poco rollo… porque es una carretera muy recta sin demasiada gracia, excepto al final, por la Ruta de los Huesos”, o Bones Road de la que luego nos hablará.


Entramos en materia y nos explica cuáles eran sus motivaciones. “Había una serie de destinos típicos de moteros en Asia y se me ocurrió hacerlos todos de una vez. Uno de los objetivos era Kirguistán: subir al campamento base del pico Lenin a más de 5000 metros de altitud y al que llega una pista transitable, pero no pudo ser. Me quedé alrededor de los 4700 metros. Había muchísima nieve y no pude llegar. Otro destino era el mar de Aral, entre Uzbekistan y Kazajistán, por su interesantísima historia. También me crucé el desierto del Gobi” y nos aclara que “en Mongolia hay dos rutas típicas: la del norte y la del sur y yo hice la del sur frontera con China, y luego me subí a la capital. Después vendrían las Bam road y Bones road hasta Magadán.”


Queremos saber la distancia recorrida y el tiempo empleado en lograr su propuesta. “El viaje en total habrán sido casi 37.000 km de los que unos 12.000 fueron de carretera y los 25.000 restantes de offroad, que me llevó dos meses y veintidós días, de los que catorce me los pasé tirado en Mongolia, sin visado. De ilegal.” ¿de ilegal? “sí, soy un poco desastre para estas historias del papeleo. Los visados son un poco liosos y dependiendo para qué país, lo hacen todo un poco complicado. El que esté acostumbrado perfecto, o si no, por medio de una agencia es lo más sencillo.” Y nos cuenta qué fue lo que sucedió exactamente: “Estaba en Mongolia y ya no tenía más visado para circular por Rusia y me habían dicho que en los países limítrofes con éste se podía quitar el visado, pero no. Realmente era así para cualquier ciudadano menos para uno español, porque parece ser que por aquel entonces, en España no se daba el visado a ciudadanos rusos a no ser que lo tramitaran desde su propio país, así que a nosotros nos hacían lo mismo. La solución pasó por enviarle el pasaporte a mi hermana desde Ulan Bator a Madrid, para que me pudiera tramitar el visado ruso. Así que esos fueron los catorce días que tardó el pasaporte en ir y volver con el visado.” Pero ahí no queda zanjado el asunto, porque “el visado ruso turístico es de un mes, y claro, es el tiempo que tenía para ir desde Ulán Bator, pasar la frontera de Rusia y luego hacerme la Bam Road, que es lo realmente duro, y luego la Bones Road y salir de Rusia. Todo en un mes. Yo quería llegar a Magadán. Lo tenía claro. Sabía que desde allí tenia avión, pero tampoco sabía mucho más. La vedad que quedarse tirado en Rusia sin visado, no parecía agradable”.


Nos interesamos por su día a día. “Acampé muchísimo. Menos en capitales como las de Kazajistan o Kirguistán, que no hay campings públicos y es más complicado, en el resto del viaje, casi siempre de acampada. Hasta en Ulan Bator he estado en un sitio llamado el Oasis, que lo llevan un alemán y una austriaca: una especie de hotel con jardín en el que puedes poner tu tienda o aparcar tu coche cama, y ahí estuve, así que muy pocos días han sido de hotel. En Magadan estuve en una especie de apartamento que me dejaron.” E indagamos sobre su relación con las personas que le han salido al pozo. “Me habían hablado mucho de la hospitalidad de Mongolia y así fue, pero donde más gente me ha querido invitar a comer en su casa, ha sido en una región de Siberia, que en realidad se llama Yakutia. ¡Una pasada! La gente se desvive por ayudar. Te detienes en un bar y ni te cobran; o te encuentras a alguien en la carretera y enseguida te invitan a pasar la noche en su casa o lo que sea… una pasada. Gente muy amable. Muy buena gente.” “Yo creo que viajar en moto ayuda mucho. Si viajas en coche te paras en un pueblo y nadie se acerca a hablar, pero cuando vas en moto todo el mundo se acerca a ti y claro, si vas solo, te preguntan con quién y a dónde vas. Pues ¡solo y a Magadán! les digo” y prosigue entre carcajadas… “Estando en el lago más alto de Kirguistán, el lago Song Kol, con mucho frío, lloviendo y algo mal del estómago, ¡ya sabes! por bacterias a las que tu cuerpo no está acostumbrado, pues se acercaron dos pastores: un chaval joven, de unos ocho años y el padre, y se morían de risa cuando les decía que estaba de vacaciones. Yo haciéndome un arroz blanco en la tienda y el tío se partía la caja. ¡Cómo podía estar allí de vacaciones, que de vacaciones a la playa! me decía” entre más risas.


En más de dos meses y treinta y siete mil kilómetros de viaje en solitario, entendemos que Iker también habrá pasado por muchísimas situaciones de mayor o menor tensión. “Siempre que acampo me alejo un poco de los pueblos o del camino. No sé si hago bien o mal, pero así hago para estar solo y tranquilo: en una ocasión estaba a unos tres kilómetros de un pueblo y alrededor había dos o tres Yurtas con ganado, donde poco antes me habían invitado a comer marmota. Fue una noche muy bonita, pero a las cuatro y pico o cinco de la madrugada oí un ruido fuera de la tienda. No sabía qué había sido, pero al moverme salió un caballo corriendo… pero bah! como hay tantos caballos, pues nada, no le di más importancia. Por la mañana puede ver que me habían sustraído bastantes cosas. No había dejado las maletas cerradas. Nunca las cierro.” ¿Y con las autoridades? “Contra la policía siempre tienes las de perder, y por allí imagínate, te ven como un billete. Me han querido sonsacar muchas veces, pero no a las malas, y siempre riéndome y de cachondeo con los policías, sin calentarme ni mucho menos, nunca he pagado, ni en las fronteras, que también me han querido sonsacar. En estos casos lo mejor es pasar” afirma. “En la zona de Yakutia hay muchos osos, bastantes más que personas, pero me supongo que por inconsciencia, no he pasado miedo. Yo creo que vas convencido de lo que estás haciendo y es como montar en moto, es posible que te caigas, pero no vas con ese temor.”


Queremos conocer más sobre las míticas carreteras del oriente siberiano, destino de tantísimos aventureros. “La parte antigua de la Bones Road son unos doscientos o doscientos cincuenta kilómetros, con muchos ríos y puentes rotos, pero se puede evitar. El resto no tiene ninguna dificultad técnica. Dependes más del clima que otra cosa. Es una ruta mítica por su historia, porque si es verdad que murieron tres millones de personas haciéndola, es una barbaridad. Pero si el tiempo lo permite y los ríos no están desbordados, la haces, porque sin más, es una pista. El problema está cuando llueve, que puede ser un barrizal y si están desbordados los ríos, o tienes una barca o no pasas. Pero vamos, que es una ruta habitual, de camiones y demás. Evidentemente es bonito hacerla, pero no tiene gran dificultad técnica.


“La Bam Road, en cambio, está muy alejada, al norte. Es donde me he visto más solo. Por ahí no va nadie. Digamos que es la vía de servicio que se usaba para llevar el material de la obra del ferrocarril que sigue funcionando desde la primera guerra mundial. Construido para alejarse de la Transiberiana frontera con China y atender la parte Este de Siberia, que en realidad es la región de Yakutia. La más inhóspita. Esta ruta son unos dos mil y pico km en los que no hay mucho más que ríos y puentes destrozados. Esta vía de servicio está abandonada desde la primera guerra mundial y claro, si lo haces todo sobre la vía del tren no tiene gracia. Lo bonito es ir por esta vía paralela, que en algún momento se aleja un poco, pero casi todo el rato va muy cerca de la vía del tren.”


Recordamos que Iker había cruzado uno de los puentes más peligrosos del mundo en esta parte de su viaje, el Vitim, y del que parece ser, todavía ostenta el record en salvarlo de un extremo a otro en apenas cuarenta segundos. Una proeza al alcance de muy pocos pilotos. “El Vitim es uno de ellos” nos dice, “Se podría pasar por el puente del tren, pero hay guardas que no te lo permiten.” y nos aclara que, “en los dos ríos más grandes que te encuentras por la Bam Road no se puede usar el puente del ferrocarril, y luego hay dos o tres ríos que también son muy grandes y hay que pasarlos por la vía del tren moderno, pero es posible que un guarda no te permita el paso. Yo conseguí pasar alguno en el que no me encontré con nadie y algún otro negociando con el guarda. Así los pasas, pero claro, en cualquier momento te puede venir un tren… y es peligroso.”


No podíamos dejar escapar a Iker sin que nos hablara de su KTM 990 Adventure con la que afrontó el viaje. “En cuanto a la moto… a lo que más miedo le tenía era al consumo. Con el depósito de serie puedes hacer algo más de 300 km y había días que como mínimo necesitaba una autonomía de 600. Lo de llevar garrafas o esas bolsas de tela para gasolina, no lo veía, así que compré unos depósitos que fabrica Safari con los que, en total, llevaba unos 47 litros de gasolina para más de 700 km de autonomía. Para bajar al sur de Mongolia es necesario. En el Gobi también tienes que tener combustible para 600 km. En Kazajistán, por donde yo fui, que no es la ruta principal, también necesitas más de 600 km de autonomía y luego en Siberia, lo mismo, porque no hay nada. De hecho al norte tuve que comprar gasolina en las casas. Pero es lo normal, no hay gasolineras y la gente vende gasolina a la puerta de sus casas.”


Nos despedimos de Iker agradecidos por la conversación tan agradable que nos ha brindado, pero antes queremos saber qué siente después de recordar su viaje con nosotros, a lo que responde con un contundente “¡¡Tengo ganas de volver!!”

Si se han quedado con ganas de volver a Magadán con Iker Iturregi, no se pueden perder su hilo Euskadi-Siberia en motostrail.es. Encontrarán más fotos, crónicas en primera persona y vídeos, de los que estamos seguros, disfrutarán.