El 7 de Septiembre a las 9 de la mañana comenzó el ascenso con destino Puerto Vallarta. Aunque Hugo y yo tuvimos que regresar a Talpa de Allende a buscar un mecánico del área para que nos apretara la cadena de la cuatri ya que en cada kilómetro que pasaba, ésta se zafaba. Dos horas más tarde reanudamos nuestro camino, sin pilotos adelante ni atrás; siguiendo las marcas de las llantas sobre el terreno; curvas pronunciadas en subida y bajada hacían el trecho más emocionante, ya que me había quedado sin frenos traseros.

Pasamos un pueblo en el que se sentía el calor tropical; los riachuelos, el lodo y los surcos nos invadían inacabablemente. Al bajar el monte tuvimos alrededor enormes árboles pero una sola vía; encontramos algunos grupos descansando y muy relajados mientras que nosotros manejábamos muy precipitado y aunado a ello, nos encontramos solos otra vez.

Entramos a un boquete curveado donde los paisajes contenían una infinidad gama de colores las cuales captaban nuestras miradas; sorprendente. Por fin hallamos a un grupo aunque después supimos que no formaban parte de la RV14, aun así nos fuimos con ellos mientras encontrábamos a los correctos.

Pero el cansancio me sobrepasaba y decidí apagar el motor unos segundos; creyendo que los alcanzaría minutos después de repente me vi sola en aquel lugar; proseguí. Tuve miedo en un principio pues ya no traía el skit plate y había mucha piedra pero decidí disfrutar lo que mis ojos grababan y explotar la adrenalina que recorría mis venas.

 

Aproximadamente una hora después me reencontré con Hugo y llegamos a la localidad de Cuale; un pueblo rodeado de pintorescas montañas tapizadas de enormes pinos, ahí cargamos gasolina para acceder velozmente hacia la paradisiaca mina del Zafiro.

Por supuesto que la travesía fue diseñada para vehículos 4×4; sin embargo, valió la pena recorrerlo en 4×2. Sus hermosas cascadas sobre los caminos y sus formaciones rocosas son asombrosas; estuvimos plasmados al estar envueltos entre tanta belleza natural. El clima caluroso había desaparecido para que las cortinas nebulosas nos abrazaran súbitamente. También, los arroyos y el lodo nos recibieron constantemente y aunque algunas partes pude hacerlo sin necesitar el apoyo de Hugo en otros, nuevamente, le solicité ayuda para poder vadear los obstáculos.

Rara vez veíamos pilotos a mitad de la travesía para despejarse, para echarse un trago y para admirar los paisajes; en cambio nosotros, parecíamos estar en una competencia porque no parábamos en absoluto pese a que mi cuerpo lo pedía a gritos.

Algunos ríos, acentúo, me costaron trabajo pasarlos, primero por el temor de que se saliera la cadena al no poder ver el fondo del agua y, segundo porque los ríos cubrían todo mi vehículo; atemorizante. En otras zonas las corrientes eran más fuertes y las llantas se patinaban en cada peña; agotador y a su vez muy entretenido. Tuve que concentrarme en seguir a Hugo aunque el me jalara porque el movimiento del agua, esporádico, me mareaba y  me desviaba de la línea.

Después pasamos por pequeños puentes y creímos que no habría más torrentes; sin embargo, éstos se nos avecinaron inesperadamente. Y así transitamos durante varios kilómetros hasta que el bochorno nos recibió sin previo aviso, aquel clima que te absorbe hasta al respirar.

En punto de las 4:45 de la tarde arribamos, Hugo y yo, al Hotel Barceló en Puerto Vallarta; la fiesta había comenzado. Las edecanes acogían a los participantes y ellos a su vez, se dejaban consentir. En el lobby se servían cervezas y botellas de agua bien frías; compartir relatos entre los riders acerca de la gran osadía que habíamos logrado pasar y en sí, de la compleja, exigente pero muy placentera Ruta Vallarta; se emanaba.
Por la noche, aseados y hambrientos, fuimos al restaurante para deleitar de exquisitos platillos y de paso, contemplar la tormenta y los rayos que caía sin cesar. El hotel se inundó desde el estacionamiento hasta los elevadores; impresionante. Después supimos que muchos pilotos llegaron durante la madrugada por problemas mecánicos y por el gran diluvio.

A la mañana siguiente se llevaron varias actividades con diversas sorpresas cortesía de los patrocinadores frente a la alberca principal donde se convivía y se brindaba. Can Am ambientó aún más el momento al entrar hacia su stand acompañado de la guapísima DJ Andrea Rincón en una cuatrimoto y sus tres hermosas edecanes. Horas más tarde rifó 30 cascos para los inscritos que, desde una tómbola y al azar, elegían las representantes de dicha marca.

 

Por la noche nos abrieron las puertas hacia el salón de eventos del hotel donde se realizó la ceremonia de clausura. Entregaron reconocimientos a los líderes de los grupos partícipes en la ruta, a miembros y anfitriones de Motoclub TT Guadalajara, a patrocinadores y a los medios de comunicación.  Fue muy grato y plenamente estoy agradecida con los hermanos Díaz, Arturo y Pepe, por la mención que hicieron en mi honor, felicitándome por mi cumpleaños y por haber terminado el trayecto en una cuatrimoto sport.

A última hora pero no por ello menos importante y sí emocionante, la firma Polaris engalanó la noche con la entrega de un RZR 900-4 a uno de los pilotos. Del grupo Quadriders, el ganador Octavio Ramírez Sandoval, se disputó con manos amarradas hacia atrás contra cuatro chicas en bikini en la alberca de lodo arriba del rin.

 

De esta manera concluyó la RV14. Al salir del salón nos dirigimos a seguir con el gran festejo al bar del hotel hasta el amanecer.
Quiero mencionar que fuimos varias mujeres tanto pilotos como copilotos; evidentemente, todas unas guerreras y bellezas extremas; congratulaciones a cada una. Y felicitar en particular a Cecilia De Jesús Lozano Ochoa del grupo Bad Dogs porque el 8 de Septiembre fue su cumpleaños.

El domingo nos vimos por última vez en el desayuno para después emprender nuestro respectivo regreso; reunidos en el estacionamiento subimos vehículos a remolques, bateas y tráilers; nos despedimos, uno a uno, con el gran entusiasmo de reencontrarnos en la próxima excepcional edición Ruta Vallarta que seguramente ya se está cocinando.

Y tal como su logo dice: “Yo sobreviví la Ruta Vallarta”

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